De una carta*:
Para mí no es tan sencillo aceptar lo que dices sobre tu madre, tus padres, las flores, el Año Nuevo y las comidas familiares. Dices que, para ti, "tampoco sería un placer muy grande estar sentado a la mesa en tu casa con toda tu familia". Naturalmente, así no haces más que expresar tu opinión de un modo muy justo, sin considerar si a mi va a gustarme o no. Pues bien, no me gusta. Pero seguro que aún megustaría menos si hubieses escrito lo contrario. Te ruego que me digas con la mayor claridad posible en qué consiste para ti esta aversión y qué motivos tienes para ella. En lo que a mi respecta, hemos hablado ya a menudo del asunto, pero resulta difícil comprender, aunque sea un pco, lo que hay de cierto en ello.
Dciéndolo con frases hechas -y por tanto con una dureza que no corresponde totalmetne a la verdad-, puedo definir así mi posición: Yo, que casi nunca he sido independiente, tengo un deseo infinito de autonomía, de independencia, de libertad en todos los aspectos. Prefiero llevar los ojos vendados y seguir mi camino hasta el final, que ver la noria familiar girando a mi alrededor e impidiéndome la visión. De ahí que cada palabra dirigida a mis padres o que ellos me dirigen a mí, se convierta tan fácilmente en una barrera que se interpone en mi camino. Toda relación que no establezco o conquisto por mi mismo, incluso contra alguna parte de mi Yo, carece de valor, la odio o estoy a un paso de odiarla. El camino es largo, las fuerzas, pocas; hay motivos suficientes para semejante odio. Pero yo provengo de mis padres. Estoy unido a ellos y a mis hermanas por vínculos de sangre. No lo siento así en la vida diaria ni en mis proyectos concretos, a causa de su necesaria extravagancia, pero en el fondo lo respeto ma´s de lo que creo. Algunas veces lo persigo también con mi oido; la visión del lecho matrimonial en mi casa, la ropa blanca usada,las camisas cuidadosamente dobladas pueden excitarme hasta el vómito, pueden volver hacia afuera lo que hay dentro de mí. Es como si no me hubiesen parido del todo, como si continuamente viniese al mundo desde esa vida sofocante, hasta esta sofocante habitación, como sis siempre tuviese que buscar ahí una confirmación, como si estuviese unido indisolublemente, al menos en parte, a esas cosas repugnantes; al menos se atan a mis pies, que quieren correr y quedan trabados en la primitiva masa informe. Esto es o que ocurre a veces.
Sin embargo, otras veces vuelvo a saber que mis padres son componentes imprescindibles de mi propia personalidad, que siempre me proporcionan nuevas fuerzas, porque me peretenecen, no sólo coo obstáclo, sino también como algo esencial. Entonces quiero poseerlos como se posee lo mejor. Lo cierto es que, desde siempre, a pesar de toda maldad, desconsideración, egoísmo, desamor, he temblado ante ellos y sigo haciéndolo aún hoy, porque uno no puede dejar de hacerlo, y aunque ellos, mi padre por una parte y mi madre por la otra,han destruido casi sin remedio mi voluntad, a pesar de todo quiero ser digno de ellos. Ambos me han engañado, y sin embargo no puedo rebelarme contra la ley natural sin volverme loco; por consiguiente: otra vez el odio ynada más que el odio (en estos momentos, Ottla me parece una madre como yo la quisiera de lejos; pura, veraz, sincera, consecuente. La humildad y el orgullo, la receptividad yal distanciación, la entrega a los demás y la propia autonomía, el temor y el coraje, en un equilibrio inequívoco. Menciono a Ottla porque sin duda también en ella está mi madre, aunque comnpletamente irreconocible). Quiero, por tanto, creerlos dignos de ello.
Tú me perteneces, te he tomado conmigo; no creo que en ninguna leyenda se haya luchado m´s ni de un modo más desesperado por una mujer de lo que yo he luchado por ti en mi interior; desde elprincipio, y sin descanso, y tal vez para siempre; así que me perteneces; de ahí que mi relación con tus parientes sea semejante a mi relación con los míos, si bien, como es lógico, incomparablemente menos intensa en lo bueno y en lo malo. Representan un vínculo que me paraliza (es algo que me paralizaría aunque nunca tuviese que hablar con ellos una palabra), y no son dignos de ello en el sentido antes citado. Hablo contigo tan francamente como conmigo, no vayas a tomarlo a mal ni a ver en ello un sentimiento de orgullo; este orgullo, al menos no existe donde tú lo buscarías.
Sí ahora estás aquí y te sientas a la mesa con mis padres, aumenta naturalmetne sobremanera todo o que en mis padres hay de hostil hacia mí. Mi contacto con el resto dela familia les parece mayor (pero no lo es ni debe serlo); les parezco una parte de la cadena, uno de cuyos eslabones es la habitación matrimonial de al lado (pero yo no estoy en la cadena); contra mi resistencia, creen haber encontrado en ti una comnplicidad (pero no la han encontrado), y sus aspectos feos y despreciables aumentan, porque a mis ojos deberían ser mejores.
Si esto es así, ¿por qué no me alegra entonces tu observación? Porque literalmente me encuentro situado frente a mi familia y no hago más que blandir cuchillos a mi alrededor para herir y defender al mismo tiempo e incesantemente a la familia; déjame entonces que te represente en todo este aspcecto, sin que tú me defiendas en este mismo sentido ante tu familia. ¿No será para ti demasiado grande este sacrificio, amada mía? Será enorme y sólo te aliviará el hecho de que , si tú no puedes, yo puedo evitártelo gracias a mi naturaleza. Pero si puedes hacerlo, habrás hecho mucho por mí. Intencionadamente, voy a pasarme uno o dos días sin escribirte para que puedas pensarlo y contestarme sin mi intervención. Tanta confianza tengo en ti, que bastará como respuesta una sola palabra.
* Carta a F
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