plano de la casa de Samsa,

plano de la casa de Gregor Samsa, por Nabokov

jueves, 30 de julio de 2009

Orfeo.Eurídice.Hermes-Rainer Maria RILKE

FUE la mágica mina de las almas.
Tal filones de plata, silenciosos,
iban igual que venas por su sombra. Brotaba
la sangre entre raíces, la que llega a los hombres,
y en la sombra pesada parecía de pórfido.
Nada había más rojo.

Había allí peñascos
y bosques sin sustancia.Puentes sobre el vacío,
y ese gris, ciego y gran estanque, que
pendía sobre su remoto fondo
como cielo lluvioso de un paisaje.
Y entre prados, suaves e indulgentes,
se vio la vaga franja del único camino,
como larga palidez añadida.

Marcharon por ese único camino.

Primero el hombre esbelto en manto azul,
que, mudo e impaciente, miraba hacia delante.
Devoraba el camino su paso, sin mascarlo,
en enormes bocados, y sus manos colgaban,
pesadas y cerradas, del caer de los pliegues,
sin saber nada ya de la ligera lira
que en la izquierda le había ido creciendo
como el rosal que trepa por la rama de olivo,
y estaban sus sentidos igual que desdoblados:
su mirada marchaba delante, como un perro,
rodeándole, yendo y viniendo otra vez,
y esperándole, quieta, en el recodo próximo;
pero oído y olfato se le iban rezagando.
Le parecía a veces que alcanzaba
la marcha de los otros dos, que habían
de seguir la subida entera. Luego
era sólo otra vez el eco de su paso
y el aire de su manto lo que estaba tras de él.
Pero él se dijo que vendrían, sin embargo;
lo pronunció en voz alta y oyó sonar el eco.

Vendrían, sin embargo; solamente, eran dos
que iban terriblemente callados. Si pudiera
volverse alguna vez (si el mirar hacia atrás
no fuera la ruina de todo este trabajo
que al fin se iba a cumplir), los tendría que ver,
ambos silenciosos, ambos siguiéndole callados:

el dios del caminar y el lejano mensaje,
sobre los claros ojos el gorro de viaje,
el delgado bastón avanzando ante el cuerpo,
golpeando en aletazos los tobillos;
y entregada, a su mano izquierda: ella.

Ella, la tan amada, pues brotó de una lira
más queja que jamás de toda plañidera,
y surgió un mundo entero de la queja, en que todo
volvía a estar de nuevo: los bosques y los valles,
el lugar y el camino, campo, río, animal,
y en torno de ese mundo de queja, como en torno
igual de la otra tierra, daban vueltas un sol
y un cielo en calma lleno de estrellas, otro cielo
de queja con estrellas desplazadas: la amada.


Pero ella anduvo hacia esa mano de Dios, el paso
limitado por largas ligaduras de muerta,
vacilante, sin impaciencia, suave.
Estaba en sí como una de más alta esperanza,
sin pensar en el hombre, que marchaba delante,
ni en el camino, que iba subiendo hacia la vida.
Estaba en sí. Y su modo de estar muerta,
la llenaba como una madurez.
Como un fruto de dulzura y de tiniebla,
estaba llena de su muerte grande,
tan nueva, que ella no la comprendía.

Estaba en una nueva doncellez,
intocable; con su sexo cerrado,
como una joven flor contra la tarde,
y sus manos habían perdido la costumbre
de la boda, ya hacía tanto, que hasta el contacto
del leve dios, sin fin mudo, como orientándola,
la enfermaba, como una excesiva confianza.

Ya no era más aquella mujer rubia
que en cantos del poeta a veces se quejaba;
no más en la ancha cama la isla del aroma,
no más la pertenencia de aquel hombre.

Ya estaba suelta igual que pelo largo,
entregada, como lluvia caída,
repartida como un acoplo céntuple.

Era ya raíz.

Y cuando de repente
la hizo pararse el dios y dijo estas palabras,
con dolor en el grito: -¡Ha vuelto atrás la vista!-
ella no entendió nada y dijo, queda: -¿Quién?

Pero lejos, oscuro en la clara salida,
había alguien, uno cuyo rostro
no podía reconocerse. Estaba
viendo cómo en la franja de un sendero en el prado
con ojos melancólicos el dios de aquel mensaje
se volvía en silencio a seguir la figura
que retrocedía por el mimso camino,
el paso limitado por largas ligadduras
de muerta, vacilante, sin impaciencia, suave.


Trad. José Mª Valverde, para Eliago Ediciones, Poesía de Rilke,2007

miércoles, 29 de julio de 2009

de Frankenstein-Mary W.SHELLEY-por los fragmentos a la criatura

También yo, que me afanaba por conseguir una meta, y a cuyo fin me dedicaba por completo, progresé con tal rapidez que tras dos años conseguí mejorar algunos instrumentos químicos, lo que me valió gran, admiración y respeto en la universidad. Llegado a este punto, y, habiendo aprendido todo lo que sobre la práctica y la teoría de la filosofía natural podían enseñarme los profesores de Ingolstadt, pensé en volver con los míos a mi ciudad, dado que mi permanencia en la universidad ya no conllevaría mayor progreso. Pero se produjo un accidente que detuvo mi marcha.
Uno de los fenómenos que más me atraían era el de la estructura del cuerpo humano y la de cualquier ser vivo. A menudo me preguntaba de dónde vendría el principio de la vida. Era una, pregunta osada, ya que siempre se ha considerado un misterio. Sin embargo, ¡cuántas cosas estamos a punto de descubrir si la cobardía y la dejadez no entorpecieran nuestra curiosidad! Reflexionaba mucho sobre todo ello, y había decidido dedicarme preferentemente a aquellas ramas de la filosofía natural vinculadas a la fisiología. De no haberme visto animado por un entusiasmo casi sobrehumano, esta clase de estudios me hubieran resul-tado tediosos y casi intolerables. Para examinar los orígenes de la vida debemos primero conocer la muerte. Me familiaricé con la anatomía, pero esto no era suficiente. Tuve también que observar la descomposición natural y la corrupción del cuerpo humano. Al educarme, mi padre se había esforzado para que no me atemorizaran los horrores sobrenaturales. No recuerdo haber temblado ante relatos de supersticiones o temido la aparición de espíritus. La oscuridad no me afectaba la imaginación, y los cementerios no eran para mí otra cosa que el lugar donde yacían los cuerpos desprovistos de vida, que tras poseer fuerza y belleza ahora eran pasto de los gusanos. Ahora me veía obligado a investigar el curso y el proceso de esta descomposición y a pasar días y noches en osarios y panteones. Los objetos que más repugnan a la delicadeza de los sentimientos humanos atraían toda mi atención. Vi cómo se marchitaba y acababa por perderse la belleza; cómo la corrupción de la muerte reemplazaba la mejilla encendida; cómo los prodigios del ojo y del cerebro eran la herencia del gusano. Me detuve a examinar v analizar todas las minucias que compo¬nen el origen, demostradas en la transformación de lo vivo en lo muerto y de lo muerto en lo vivo. De pronto, una luz surgió de entre estas tinieblas; una luz tan brillante y asombrosa, y a la vez tan sencilla, que, si bien me cegaba con las perspectivas que abría, me sorprendió que fuera yo, de entre todos los genios que habían dedicado sus esfuerzos a la misma ciencia, el destinado a descubrir tan extraordinario secreto.
Recuerde que no narro las fantasías de un iluminado; lo que digo es tan cierto como que el sol brilla en el cielo. Quizá algún milagro hubiera podido producir esto, mas las etapas de mi investigación eran claras y verosímiles. Tras noches y días de increíble labor y fatiga, conseguí descubrir el origen de la generación y la vida; es más, yo mismo estaba capacitado para infundir vida en la materia inerte.
La estupefacción que en un principio experimenté ante el descubrimiento pronto dio paso al entusiasmo y al arrebato. El alcanzar de repente la cima de mis aspiraciones, tras tanto tiempo de arduo trabajo, era la recompensa más satisfactoria. Pero el descubrimiento era tan inmenso y sobrecogedor, que olvidé todos los pasos que progresivamente me habían ido llevando a él, para ver sólo el resultado final. Lo que desde la creación del mundo había sido motivo de afanes y desvelos por parte de los sabios se hallaba ahora en mis manos. No es que se me revelara todo de golpe, como si de un juego de magia se tratara. Los datos que había obtenido no eran la meta final; más bien tenían la propiedad de, bien dirigidos, poder encaminar mis esfuerzos hacia la consecución de mi objetivo. Me sentía como el árabe que enterrado junto a los muertos encontró un pasadizo por el cual volver al mundo, sin más ayuda que una luz mortecina y apenas suficiente.
Amigo mío, veo por su interés, y por el asombro y expectati¬va que reflejan sus ojos, que espera que le comunique el secreto que poseo; mas no puede ser: escuche con paciencia mi historia hasta el final y com-prenderá entonces mi discreción al respecto. No seré yo quien, encontrándose usted en el mismo estado de entusiasmo y candidez en el que yo estaba entonces, le conduzca a la destrucción y a la desgracia. Aprenda de mí, si no por mis advertencias, sí al menos por mi ejemplo, lo peligroso de adquirir conocimientos; aprenda cuánto más feliz es el hombre que considera su ciudad natal el centro del universo, que aquel que aspira a una mayor grandeza de la que le permite su naturaleza.
Cuando me encontré con este asombroso poder entre mis manos, dudé mucho tiempo en cuanto a la manera de utilizarlo. A pesar de que poseía la capacidad de infundir vida, el preparar un organismo para recibirla, con las complejidades de nervios, músculos y venas que ello entraña, seguía siendo una labor terriblemente ardua y difícil. En un principio no sabía bien si intentar crear un ser semejante a mí o uno de funcionamiento más simple; pero estaba demasiado embriagado con mi primer éxito como para que la imaginación me permitiera dudar de mi capacidad para infundir vida a un animal tan maravilloso y complejo como el hombre. Los materiales con los que de momento contaba apenas si parecían adecuados para empresa tan difícil, pero tenía la certeza de un éxito final. Me preparé para múltiples contratiempos; mis tentativas podrían frustrarse, y mi labor resultar finalmente imperfecta. Sin embargo, me animaba cuando consideraba los progresos que día a día se llevan a cabo en las ciencias y la mecánica; pensando que mis experimentos al menos servirían de base para futuros éxitos. Tampoco podía tomar la amplitud y complejidad de mi proyecto como argumen¬to para no intentarlo siquiera. Imbuido de estos sentimientos, comencé la creación de un ser humano. Dado que la pequeñez de los órganos suponía un obstáculo para la rapidez, decidí, en contra de mi primera decisión, hacer una criatura de dimensiones gigantescas; es decir, de unos ocho pies de estatura y correcta¬mente proporcionada. Tras esta decisión, pasé algunos meses recogiendo y preparando los materiales, y empecé.
Nadie puede concebir la variedad de sentimientos que, en el primer entusiasmo por el éxito, me espolea-ban como un huracán. La vida y la muerte me parecían fronteras imaginarias que yo rompería el primero, con el fin de desparramar después un torrente de luz por nuestro tenebroso mundo. Una nueva especie me bendeciría como a su creador, muchos seres felices y maravillosos me deberían su existencia. Ningún padre podía reclamar tan completamente la gratitud de sus hijos como yo merecería la de éstos. Prosiguiendo estas reflexiones, pensé que, si podía infundir vida a la materia inerte, quizá, con el tiempo (aunque ahora lo creyera imposible), pudiese devolver la vida a aquellos cuerpos que, aparentemente, la muerte había entregado a la corrupción.
Estos pensamientos me animaban, mientras proseguía mi trabajo con infatigable entusiasmo. El estudio había empalidecido mi rostro, y el constante encierro me había demacrado. A veces fracasaba al borde mismo del éxito, pero seguía aferrado a la es¬peranza que podía convertirse en realidad al día o a la hora siguiente. El secreto del cual yo era el único poseedor era la ilusión a la que había consagrado mi vida. La luna iluminaba mis esfuerzos nocturnos mientras yo, con infatigable y apasionado ardor, perseguía a la naturaleza hasta sus más íntimos arcanos. ¿Quién puede concebir los horrores de mi encubierta tarea, hurgando en la húmeda oscuridad de las tumbas o atormentando a algún animal vivo para intentar animar el barro inerte? Ahora me tiemblan los miembros con sólo recordarlo; entonces me espoleaba un impulso irresistible y casi frenético. Parecía haber perdido el sentimiento y sentido de todo, salvo de mi objetivo final. No fue más que un período de tránsito, que incluso agudizó mi sensibilidad cuando, al dejar de operar el estímulo innatural, hube vuelto a mis antiguas costumbres. Recogía huesos de los osarios, y violaba, con dedos sacrílegos, los tremendos secretos de la naturaleza humana. Había instalado mi taller de inmunda creación en un cuarto solitario, o mejor dicho, en una celda, en la parte más alta de la casa, separada de las restantes habitaciones por una galería y un tramo de escaleras. Los ojos casi se me salían de las órbitas de tanto observar los detalles de mi labor. La mayor, parte de los materiales me los proporcionaban la sala de disección, y el matadero. A menudo me sentía asqueado con mi trabajo; pero, impelido por una incitación que aumentaba constantemente, iba ultimando mi tarea.
Transcurrió el verano mientras yo seguía entregado a mi objetivo en cuerpo y alma. Fue un verano her-mosísimo; jamás habían producido los campos cosecha más abundante ni las cepas, mayor vendimia; pero yo estaba ciego a los encantos de la naturaleza. Los mismos sentimientos que me hicieron insensible a lo que me rodeaba me hicieron olvidar aquellos amigos, a tantas, millas de mí, a quienes no había visto en mucho tiempo. Sabía que mi silencio les inquietaba, y recordaba claramente las palabras de mi padre: «Mientras estés contento de ti mismo, sé que pensarás en nosotros con afecto, y sabremos de ti. Me discul-parás si tomo cualquier interrupción en tu correspondencia como señal de que también estás abandonando el resto de tus obligaciones.»
Por tanto, sabía muy bien lo que mi padre debía sentir; pero me resultaba imposible apartar mis pensa-mientos de la odiosa labor que se había aferrado tan irresistiblemente a mi mente. Deseaba, por así decirlo, dejar a un lado todo lo relacionado con mis sentimientos de cariño hasta alcanzar el gran objetivo que había anulado todas mis anteriores costumbres.
Entonces pensé que mi padre no sería justo si achacaba mi negligencia a vicio o incorrección por mi par-te; pero ahora sé que él estaba en lo cierto al no creerme del todo inocente. El ser humano perfecto debe conservar siempre la calma y la paz de espíritu y no permitir jamás que la pasión o el deseo fugaz turben su tranquilidad. No creo que la búsqueda del saber sea una excepción. Si el estudio al que te consagras tiende a debilitar tu afecto y a destruir esos placeres sencillos en los cuales no debe intervenir aleación alguna, entonces ese estudio es inevitablemen¬te negativo, es decir, impropio de la mente humana. Si se acatara siempre esta regla, si nadie permitiera que nada en absoluto empañara su felicidad doméstica, Grecia no se habría esclavizado, César habría protegido a su país, América se habría descubierto más pausadamente y no se hubieran destruido los imperios de México y Perú.

martes, 28 de julio de 2009

Soleá-Cante y baile-Bailarina española-Rainer Maria RILKE

Soleá-La tierra con ser la tierra se está comiendo mi dolor-Fernanda de Utrera y Juan el Habichuela


Pastora Imperio baila y Terremoto de Jerez canta por soleares

Como en la mano, blanca, una cerilla,
antes de dar la llama, a todas partes
extiende lenguas bruscas; así empieza
en el corro cercano, clara, cálida y rápida,
a abrirse, convulsiva, en redondo su danza.

Y de repente es llama, enteramente.

Ella inflama su pelo a una mirada,
y pronto, con arte osado, gira
todo su traje en ese celo ardiente
del que, como serpientes que dan terror, los brazos
desnudos se levantan, en vela y chasqueantes.

Luego, como si el fuego se le volviera escaso,
lo reúne y lo arroja todo entero,
espléndida, con gesto orgulloso,
y lo mira: rabioso yace en tierra,
y aún sigue llameando y no se entrega.
Pero triunfal, segura y con sonrisa
siuave de saludo, alza la cara,
y lo apaga, pisándolo con pequeños pies firmes.


Trad. José Mª Valverde, para Poesía, Rilke, Eliago ediciones, mayo 2007, 1ªedic.

Fernanda y Bernarda de Utrera-soleás-1952

viernes, 24 de julio de 2009

Lalias de Eco-C.Blázquez

Donde el lago cesa

en su lisa liturgia

es tu rostro la flor

que aún mi voz agasaja



periplo y súplica cumplo

rea en la última sílaba

lapidado mi vuelo



...ES EL AIRE MI ALA



MI SOLA ALA...



::::::::::::::::::::::::::

C.Blázquez (de Esfacelos)

martes, 21 de julio de 2009

Mi bucal nebulosa-C.Blázquez

Ahora no voy a decir
que esta boca es mía

Se la robé a una niña
antes de asesinarla

Je suis l'Orphée
tu fus le froid la plus fidèle
nous sommes l'orgie
des chrysanthèmes


Se trata de mostrarte
mi bucal nebulosa

llámalo suelo y entra
como la flor en oro
rendida y firmemente
no importa si torturas
este cuerpo asombroso

ribera tú Euridice
interminable anábasis

...Y nada hay
mortal en ello
::::::::::::::::::::::::::::::
C.Blázquez (de Fragmentos de una extinción)

domingo, 19 de julio de 2009

Rosa CHACEL- La ventana que da sobre la muerte

LA VENTANA QUE DA SOBRE LA MUERTE

La ventana que da sobre la muerte,
abierta sin espacio, hueco espeso,
deja pasar la luz, pero no alienta
y se rompen la frente los suspiros
contra la piedra que creyeron alma.

Lo mismo que el vacío de una boca
donde la araña su labor tendiera,
a la palabra en vuelo cierra el paso
con el pálido muro de su lámina.

Linfa de claridad donde no entra
el vaso ni la mano se humedece,
lágrima que no cae ni se evapora
cortina que la brisa no sacude,
espada de silencio para el ojo
que afronta el filo, llave del abismo.

Las oraciones van bajo la nave
sus cuerpos a esconder y sus melenas
llamean en lo oscuro, sus lamentos
en eco curvo van bajo la bóveda.
Arrastran sus camisas por las losas,
sus pasos como huella dejan pétalos
y su murmullo tiembla y se estremece
como un ave en el nido desvelada...

La ventana que da sobre la muerte,
abierta flor de hilo, las acecha...
La carne, dulce sierpe, se recoge
arrullando con pecho de paloma
y refugia sus huevos en las grietas,
bajo la cruz, que la piedad formara.
A sus pies se desliza, conjurándola
con el tierno ondear de su cintura,
contritamente baja la cabeza
o se mira en espejos estancados,
negros, cuajados charcos de la sangre...

Llora por las caricias, por las manos
que oprimían las manos como hiedra
que besaban las manos como labios.
Llora por los alientos que se anudan
por el roce del fuego contra el fuego.

La ventana que da sobre la mkuerte,
fuente sin pensamiento, la sentencia...
Vela sin viento en lago sin distancia,
cáscara del adiós, piel del olvido,
vigía sin vigilia, la ventana
calla, sin aldabón, sobre la muerte.

(Ventana de alabastro en la capilla de S.Pedro de Alcántara sobre el cementerio de La Recoleta)

lunes, 13 de julio de 2009

Francesca Woodman-(1958-1981)





tus rodillas dos Sansones
torbellinos los tobillos

parece que tus trenzas
se han echado a perder

miércoles, 1 de julio de 2009

Georg OPPEN-Textos descubiertos por Patricia DAMIANO hace un año-

Viento oeste

El mundo rodeándola como una sombra
Ella mueve una silla
Algo se está haciendo-
Preparando
Despejado en frente de ella como al aire libre

El espacio que una mujer hace y llena
Después de estos años
Yo escribo de nuevo
Naturalmente, sobre tu rostro

Hermoso y ancho
Ojos azules
Atravesando toda mi visión menos el destello de la carne
Ojos azules
En las rutas del metro, en pequeñas lluvias
Los perfiles.



Cinco poemas sobre la poesía


1

El gesto


La pregunta es: ¿cómo uno sostiene una manzana
A quien le gustan las manzanas

Y cómo uno sostiene
La mugre? La pregunta es

¿Cómo uno sostiene algo
En la mente que se intenta
Agarrar y cómo un vendedor
Sostiene unos cachureos que intenta

Vender? La pregunta es
Cuándo no serán cien

poetas que yerren ese gesto
Por un estilo.



2

El pequeño agujero


El pequeño agujero en el ojo
Lo llamaba Williams, el pequeño agujero

Nos ha expuesto desnudos
Hacia el mundo

Y no se cerrará

En blanco el mundo
Mira hacia adentro

Y nosotros componemos
Colores

Y el sentido

Del hogar
Y ahí están ellos
Tan violentos
Y tan solos

Ellos no pueden descansar.



3

Aquella tierra


Canta como un pájaro al cielo
Raso, pero ningún pájaro
Es un hombre-

como el apretón
de una mano romana

en su hombro, las certezas

de lugar
y de tiempo

lo sostenían, pienso
que el dolor y el horror casual
del acero y no deben haber dejado
ninguna esperanza de duda

mientras hemos ganado dudas
del acero mismo

y esperanza en la muerte. Por lo tanto
si un hombre viviera para siempre él podría sobrevivir
la esperanza. Me imagino el cielo raso

sobre Getsemaní
seguramente era este mismo cielo.



4

Parousia



Imposible dudar el mundo: puede ser visto
Y porque es irrevocable

No puede ser entendido, y creo que el hecho es letal

Y el hombre puede encontrar su catástrofe
Su milenio de obsesión.
El aire moviéndose
Piedra sobre piedra
Algo balanceándose momentáneamente, en un tiempo puede que el león

Se eche en el bosque. Menos fiero y solitario

Que el mundo, las murallas
de quien el futuro debe estar parado para siempre.


5

Desde Virgilio



Yo, dice el majadero,
Yo-

La mente

Ha evolucionado
Demasiado tiempo

Si 'la vida es una búsqueda
De ventaja

A instancia de quién

Piensa la mente?' el arte
No es bueno tampoco

Para nosotros
A no ser como el loco
Persistiendo
en su locura

puede rescatarnos
como sólo la verdad

debe rescatarnos, reunidos
en las esquinas más diminutas

del triunfo del hombre Parve puer …. 'empieza

o pequeño niño,
a nacer;

sobre quien sus padres no le han sonreído

ningún dios piensa que es digno de su mesa
ni diosa de su cama.'



Citas


I.



Cuando le pregunté al anciano
en las Bahamas
cuán vieja era esta aldea
él dijo:
'Yo la encontré'



II.

Los recién nacidos y los animales
y los insectos
'miran fijamente lo abierto'

y ella dijo
por lo tanto ellos son bienvenidos.



III.

'…y sus armarios!
No las ropas-sólo aretes portentosos
y perfumes y radiantes bufandas y cosas de vestir-

ella dijo que "estaba asustada", ella dijo que
"siempre estaba asustada."



IV

Y el niño
que tomamos en un viaje
dijo

'Estamos teniendo la vida de nuestros tiempos'


V

Alguien ha garabateado
bajo un aviso publicitario en el metro

que muestra a una descarada joven rubia
con un peinado muy elaborado:
'puta de paco'



Dormitorio de niño

Un amigo vio los dormitorios
de Keats y Shelley
en el lago, y vio que eran solamente
dormitorios de niño, y estaba conmovido

por eso. Y de hecho el dormitorio de un poeta
es un dormitorio de niño
y yo supongo que las mujeres lo saben.

Tal vez un horrendo bancario
es excitante para una mujer, un hombre
no un niño respirando entrecortadamente
sobre el cuerpo de una mujer.



Calle

Ah esos son los pobres
esos son los pobres –

la calle Bergen.

Humillación
Aspereza…
Ni siquiera son muy buenos entre ellos;
No es eso. Yo quiero

que se acabe la pobreza
tanto como cualquiera

por el bien de la inteligencia,
'la conquista de la existencia'-

se ha dicho, y es cierto-

y este es un verdadero dolor,
más aun. Es terrible ver a los niños,

a unas honradas niñitas;
tan bien, ellos esperan estar tan bien.



Sobrina

Las calles de San Francisco,
ella dijo de si misma, eran

mi padre y mi madre, hablando a los silenciosos invitados
en el living mirando colina abajo

hacia la bahía. Y nosotros la imaginamos
caminando en el pasado de madera
de la ciudad del Oeste… su madre

no era esa ciudad
sino mi hermana mayor. Recuerdo

al guardia en la playa
diciéndonos que la guerra había terminado-

era la primera guerra mundial
hace medio siglo- mi hermana
tenía una cinta en su cabello.


Definición teológica

Un cuarto pequeño, el piso barnizado
haciendo una L alrededor de la cama,

lo que es o es cierto como la
felicidad

ventanas abriéndose sobre el mar,
la baranda pintada de verde del balcón
contra las rocas, los arbustos y el mar corriendo.


"El borde del mar"

El borde del mar,
la orilla: aquí
el césped de alguien
junto al agua.



El niño de un extranjero

Un gorrión en la calle adoquinada,
pequeño gorrión redondo y dulce,
el pájaro de Chaucer-

o si una hoja
brilla entre otras hojas, entre las hojas
de la temporada-

Los pies del gorrión
los pies del niño del gorrión toca
la piedra desnuda.


Producto

No hay nada tan bello en Nueva Inglaterra como los botes.
Cada uno, incluso la pintura blanca
sumergiéndose en cada ola en cada momento
anclados, un mástil
y aparejándose firmemente una parte
lozanos de las secas herramientas
y de las secas manos de Nueva Inglaterra.
La proa se encumbra, encuentra las olas
que el casco acepta. Una vez alguien
puso una palangana a flotar
y allí para que todos lo vean, para todos los niños,
incluso para los habitantes de Nueva Inglaterra
era embarcación. Lo que yo he visto
es todo lo que he encontrado: a mí mismo.


Desde una fotografía

Sus brazos alrededor mío -niño-
Alrededor de mi cabeza, abrazando con todos sus brazos,
Todos sus brazos como si yo fuera una amada y nativa piedra,
Una manzana en su mano -su manzana y su padre, y mi
nariz apretada
intensamente en el cuello de su abrigo de invierno. Ahí en la fotografía

es un niño que es la rama
de donde caemos, donde podríamos ser zarzamora,
maleza, zarzamora en el invierno joven
con su nieve soplando ella debía haber pensado
fue nuestro para dárselo a ella.



Parte del bosque

Hay amantes que recuerdan que
El momento de luz de luna, iluminado
Instante-

Pero estar solo es estar perdido
Aunque el árbol, las raíces
Estén ahí

Es un roble: la palabra
Aterrante hablada al roble-

Los jóvenes están determinados por lo tanto a ser hombres.
Una botella de cerveza y una puerta cerrada
Los hacen hombres.

O automóvil-se acerca
Al pueblo para ser negociado
Por la gran máquina

Despacio, para la joven
Niños a mano. Ella es

Una familia. No es ternura, Dios sabe,
Esta niña de huesos largos-es un tipo de guerra

Una torre

En la periferia.

Después nuevamente el camino. La compañera
Del automóvil.


Peatón

Lo que generaciones podrían haber soñado
El nieto de las calles comerciales, sus ojos

En la luz del comprador, las luces de las tiendas
Más luminosas que los faros, más luminosas que la luna apareciendo

desde la salada bahía tan rica
tan brillante su ciudad

en una tierra de pavimento, un tejido de cables por donde ella camina
en el nuevo invierno entre enormes edificios.


George Oppen (Oppenheimer, originalmente su apellido) nació en Nueva York en 1908. Cuando tenía cuatro años su madre se suicidó y la familia se mudó a San Francisco. El vaivén entre la costa Este y Oeste será una constante en la vida del poeta. En 1926 entra a la universidad de Oregon donde conoce a Mary Colby, mujer con la que estará hasta el final de su vidas (No hay, hasta ahora, biografías de Oppen. Lo que sabemos proviene de la autografía de Mary: Meaning a Life. La figura de Mary es inseparable en la vida y obra de Oppen; incluso muchos de sus poemas están escrito en plural ("we") aludiendo a su compañera). Los expulsan de la universidad y empiezan una vida errante: se casan en Dallas, vuelven a San Francisco, después se mudan a Detroit haciendo todo tipo de trabajos y finalmente llegan a NY donde conocen a Zukofsky y Reznikoff. Oppen trabaja como impresor y editor de la editorial de los Objetivistas: To. En 1929, con el manuscrito listo de su primer libro, viaja a Europa: Vagabundea por Francia y visita, en Rapallo, a Pound con quien Oppen tendrá una relación irregular de admiración -por su poesía- y rechazo -por sus ideas políticas. En 1933 vuelve Oppen a NY y en 1934 publica su primer libro Discrete Series precisamente con un prólogo de Pound. Oppen no volverá a escribir hasta 1968, veinticinco años después. En plena depresión económica se vuelca a la actividad política y se enrola en las filas del Partido Comunista. No cree en la efectividad política de la poesía ni en la idea de hacer de la poesía un lugar político: deja la escritura. Trabaja formando sindicatos y organizando huelgas. En 1943 lo reclutan para el ejército y va a pelear en la Segunda Guerra Mundial. De vuelta de la guerra, condecorado, se distancia de sus actividades políticas, distancia que no lo exime pasado y de la acechanza por el programa del senador McCarthy. Perseguido y acosado por CIA y FBI Oppen se exilia en 1950 México donde vivirá hasta 1958, año en que volverá no sólo a Estados Unidos sino también a escribir. En 1961 se reinstala en Nueva York y vuelve a trabajar con los Objetivistas y nuevas generaciones de poetas. En 1962 publica The Materials, en 1965 This is Which y en 1968 Of Being Numerous, libro con el que sorpresivamente gana el premio Pulitzer de poesía. En 1978, tras un viaje a Israel, Oppen publica su último libro: Primitive. Luego deja de escribir acosado por el Alzheimer y muere en julio de 1983 en California.

http://patriciadamiano.blogspot.com/2009/06/georg-oppen-textos-descubiertos-hace-un_27.html