He escrito un artículo sofístico, a favor y en contra de la Compañía donde trabajo, para el Tetschen-Bodenbacher Zeitung.
Anoche, en el Graben. En dirección a mí, tres actrices que venían del ensayo. Es tan difícil hacerse una idea con rapidez de la belleza de tres mujeres, cuando a la vez quiere uno mirar a dos actores que se acercan tras ellas con el paso excesivamente oscilante, y además alado, de lso actores. Los dos -el de la izquierda, con su regordete y juvenil rostro, el gabán desabrochado que ondea sobre la robusta figura, caracteriza ya bastante a ambos -alcanzan a las damas; el de la izquierda por la acera, el de la derecha bajando a la calzada. El de la izquierda coge su sombrero por arriba, lo agarra con los cinco dedos, lo levanta y grita (y es sólo ahora cuando el de la derecha se acuerda de hacerlo): ¡Hasta la vista¡ ¡Buenas noches¡ Sin embargo, así como la carrera y el saludo han separado a los caballeros, las damas que han recibido dicho saludo prosiguen su camino completamente imperturbables, con un leve saludo que apenas si interrrumpe su concertada conversación, como si a las tres las guiase la más próxima a la calzada, que parece ser la más débil y alta, pero también la más joven y hermosa. En aquel momento, el conjunto me pareció una sólida prueba de que, entre nosotros, las relaciones entre la gente de teatro son ordenadas y bien llevadas.
Anteayer, entre los judíos del Café Savoy. Die Sejdernacht de Feinmann. En ocasiones ( me salió en aquel momento la conciencia de ello) no intervinimos en la acción por el simple hecho de que estábamos demasiado excitados, no porque fuésemos meros espectadores.
Anoche, en el Graben. En dirección a mí, tres actrices que venían del ensayo. Es tan difícil hacerse una idea con rapidez de la belleza de tres mujeres, cuando a la vez quiere uno mirar a dos actores que se acercan tras ellas con el paso excesivamente oscilante, y además alado, de lso actores. Los dos -el de la izquierda, con su regordete y juvenil rostro, el gabán desabrochado que ondea sobre la robusta figura, caracteriza ya bastante a ambos -alcanzan a las damas; el de la izquierda por la acera, el de la derecha bajando a la calzada. El de la izquierda coge su sombrero por arriba, lo agarra con los cinco dedos, lo levanta y grita (y es sólo ahora cuando el de la derecha se acuerda de hacerlo): ¡Hasta la vista¡ ¡Buenas noches¡ Sin embargo, así como la carrera y el saludo han separado a los caballeros, las damas que han recibido dicho saludo prosiguen su camino completamente imperturbables, con un leve saludo que apenas si interrrumpe su concertada conversación, como si a las tres las guiase la más próxima a la calzada, que parece ser la más débil y alta, pero también la más joven y hermosa. En aquel momento, el conjunto me pareció una sólida prueba de que, entre nosotros, las relaciones entre la gente de teatro son ordenadas y bien llevadas.
Anteayer, entre los judíos del Café Savoy. Die Sejdernacht de Feinmann. En ocasiones ( me salió en aquel momento la conciencia de ello) no intervinimos en la acción por el simple hecho de que estábamos demasiado excitados, no porque fuésemos meros espectadores.
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