Hablaba el alma de los cántaros, debatíase acerca de si tenían distinta el alma porque uno era un cántaro de agua y otro de vino. Tanto fervor que el hervor se hizo, y explotaron los cántaros, pero sus almas empezaron a recomponer añico por añico a cada cántaro, y cuál fue la sorpresa cuando al separar los que estaban mojados de agua y los que estaban mojados de vino, eran igual en forma y número, exactamente igual en forma y número, entonces las almas aprovecharon la oportunidad de ese descubrimiento, para intercambiarse, la que antes habitaba el agua se introdujo en el cántaro que contenía el vino, y la del vino se sumergió en el que tuvo agua. Ahora eran dos cántaros vacíos, su voz era unísona, profunda, era la misma voz, pero su timbre no era el de antes, sin embargo llegaron a la conclusión de que si permanecían callados, ni ellos mismos podían conocer si habían contenido agua o vino.
2 comentarios:
Es espléndido, Carmen.
Lo considero un pequeño mito de creación o re-creación...
un abrazo
Gracias por tus palabras Stalker, que engrandecen lo que no es sino un esfuerzo de salvación, de salvación por el lenguaje, rascando en esas expresiones que la gente emplea:"alma de cántaro", más de una vez a mí dirigida, jejeje,y que me ha fascinado desde que la oí por primera vez. Podemos someter al lenguaje a nuestro antojo, hasta destruirlo y recomponerlo para que el mundo no sea tan inhóspito.Ya es hermoso que ese dicho otorgue al cántaro un alma,aunque algo despectivamente, tiene mucha enjundia en mi opinión. Si a mí me gusta que el cántaro tenga alma, pa'qué los quiero desalmaooos...parafraseando al cantor de los ejes de la carreta.
Este "añicos" fue el primer post que puse en el blog, hace casi exactamente tres años, y le tengo un cariño especial.
Abrazo
k
Publicar un comentario