plano de la casa de Samsa,

plano de la casa de Gregor Samsa, por Nabokov

jueves, 17 de enero de 2008

de VIAJE A ITALIA-J.W.GOETHE

Foto: Manuel Vilariño





[...]He ampliado mis conocimientos sobre la formación del relieve con algunos datos, si bien ninguno es absolutamente nuevo o inesperado. Asimismo he divagado mucho sobre el modelo del que hablo hace ya tanto tiempo, con el cual quisiera explicar lo que bulle en mi interior y que no me esposible mostrar en la naturaleza a todo el mundo.
Poco a poco ha ido oscureciendo, los detalles se han desdibujado, las masas se han hecho cada vez más extensas e imponentes, y por fin, cuando todo se movía ante mis ojos como una imagen envuelta en un pofundo misterio, he atisbado,súbitamente, las altas cumbres nevadas a la luz de la luna. Ahora espero a que el alba ilumine este abismo donde estoy aprisionado en la frontera entre el sur y el norte.

Agregaré alguna observación más sobre el clima. Quizá me es favorable precisamente porque le consagro tantas reflexiones. En las tierras llanas uno vive el buen o mal tiempo como algo concluido, en la montaña, en cambio, se asiste a su formación. Esto último ya lo he experimentado muy a menudo, cuando, o bien viajando o bien de paseo o de cacería, he pasado días y noches en los bosques de alta montaña, entre peñascos, y me ha asaltado una idea extravagante, pues no pretendo que se tome de otro modo. Sin embargo no logro librarme de ella, puesto que son precisametne esos pensamientos los que más cuesta quitarse de la cabeza. Me acecha por todas partes conla claeridad de una verdad irrefutable, y como tal quiero expicarla yo, ya que, de todos modos, sé que pongo muy a menudo a prueba la indulgencia de mis amigos.

Al contemplar las montañas, de cerca o de lejos, observamos que sus cimas tan pronto relucen bajo el sol como aparecen tapadas por la niebla, rodeadas por nubes de borrasca, fustigadas por la lluvia o cubiertas de nieve. Atribuimos todo esto a la atmósfera, dado que nuestros ojos nos permiten ver y captar sus movimientos y cambios. Las montañas, por el contrario, constituyen para nuestros sentidos algo inmutable, puesto que su forma no cambia. Pensamos que están muertas porque las vemos petrificadas, las creemos inactivas porque descansan.

Yo, sin embargo, hace ya tiempo que no puedo evitar atribuir gran parte de las transformaciones que se manifiestan en la atmósfera a una acción interna, discreta y misteriosa, de las montañas. Creo, en efecto, que la masa de la Tierra en su conjunto y, `por consiguiente, sus partes más emergenetes en particular ejercen una atracción no siempre constante que se manifiesta en forma de ciertas pulsaciones, de forma que unas veces aumenta y otras por el contrario disminuye, de acuerdo con causas intrínsecamente necesarias, o quizá también por la acción de agestes externos fortuitos. Admito que los ensayos para demostrar esta oscilación son demasiado limitados y rudimentarios, pero la atmósfera es lo suficientemente sensible y vasta para instruirnos sobre estas actividades secretas. [...]



Trad. Manuel Scholz Rich, Editorial Los libros de las siete leguas.

No hay comentarios: