plano de la casa de Samsa,
plano de la casa de Gregor Samsa, por Nabokov
domingo, 21 de julio de 2013
Un incruento cuento de los hermanos Grimm-Los duendecillos
Un zapatero se había empobrecido de tal modo, y no por culpa suya, que, al fin, no le quedaba ya más cuero que para un solo par de zapatos. Cortólos una noche, con propósito de coserlos y terminarlos al día siguiente; y como tenía tranquila la conciencia, acostóse plácidamente y, después de encomendarse a Dios, quedó dormido. A la mañana, rezadas ya sus oraciones y cuando iba a ponerse a trabajar, he aquí que encontró sobre la mesa los dos zapatos ya terminados. Pasmóse el hombre, sin saber qué decir ni qué pensar. Cogió los zapatos y los examinó bien de todos lados. Estaban confeccionados con tal pulcritud que ni una puntada podía reprocharse; una verdadera obra maestra.
A poco entró un comprador, y tanto le gustó el par, que pagó por él más de lo acostumbrado, con lo que el zapatero pudo comprarse cuero para dos pares. Los cortó al anochecer, dispuesto a trabajar en ellos al día siguiente, pero no le fue preciso, pues, al levantarse, allí estaban terminados, y no faltaron tampoco parroquianos que le dieron por ellos el dinero suficiente con que comprar cuero para cuatro pares. A la mañana siguiente otra vez estaban listos los cuatro pares, y ya, en adelante, lo que dejaba cortado al irse a dormir, lo encontraba cosido al levantarse, con lo que pronto el hombre tuvo su buena renta y, finalmente, pudo considerarse casi rico.
Pero una noche, poco antes de Navidad, el zapatero, que ya había cortado los pares para el día siguiente, antes de ir a dormir dijo a su mujer:
- ¿Qué te parece si esta noche nos quedásemos para averiguar quién es que nos ayuda de este modo?
A la mujer parecióle bien la idea; dejó una vela encendida, y luego los dos se ocultaron, al acecho, en un rincón, detrás de unas ropas colgadas.
Al sonar las doce se presentaron dos minúsculos y graciosos hombrecillos desnudos que, sentándose a la mesa del zapatero y cogiendo todo el trabajo preparado, se pusieron, con sus diminutos dedos, a punzar, coser y clavar con tal ligereza y soltura, que el zapatero no podía dar crédito a sus ojos. Los enanillos no cesaron hasta que todo estuvo listo; luego desaparecieron de un salto.
Por la mañana dijo la mujer:
- Esos hombrecitos nos han hecho ricos, y deberíamos mostrarles nuestro agradecimiento. Deben morirse de frío, yendo así desnudos por el mundo. ¿Sabes qué? Les coseré a cada uno una camisita, una chaqueta, un jubón y unos calzones, y, además, les haré un par de medias, y tú les haces un par de zapatitos a cada uno.
A lo que respondió el hombre:
- Me parece muy bien.
Y al anochecer, ya terminadas todas las prendas, las pusieron sobre la mesa, en vez de las piezas de cuero cortadas, y se ocultaron para ver cómo los enanitos recibirían el obsequio. A medianoche llegaron ellos saltando y se dispusieron a emprender su labor habitual; pero en vez del cuero cortado encontraron las primorosas prendas de vestir. Primero se asombraron, pero enseguida se pusieron muy contentos. Vistiéronse con presteza, y, alisándose los vestidos, pusiéronse a cantar:
"¿No somos ya dos mozos guapos y elegantes?
¿Por qué seguir de zapateros como antes?."
Y venga saltar y bailar, brincando por sobre mesas y bancos, hasta que, al fin, siempre danzando, pasaron la puerta. Desde entonces no volvieron jamás, pero el zapatero lo pasó muy bien todo el resto de su vida, y le salió a pedir de boca cuanto emprendió.
original en alemán aquí
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Mis comentarios al texto:
De vez en cuando me viene a la cabeza este cuento y me he dejado llevar... Algo parecido me pasa también con Bartleby el escribiente.
Ya su inicio es una diatriba contra alguien que tiene la culpa del empobrecimiento del zapatero. Pero el artesano, tiene tranquila la conciencia, reza, y se duerme como un bendito. Durante esa noche sucede un prodigio que se repetirá muchas otras: alguien cose los zapatos con el cuero que deja cortado el zapatero, y resultan ser una pequeña obra de arte, por lo que se venden a buen precio rápidamente. Esto le permite hacerse rico y seguir con su oficio. Sin embargo, se me ocurre que quizás su labor no era tan buena y por eso no se vendía bien.
Pero hay otros hechos desconcertantes para mí. La poca curiosidad que manifiesta el matrimonio por saber lo que sucede. Pasan noches y noches hasta que se les ocurre aclararlo, y cuando lo hacen, se sienten tan agradecidos con los dos hombrecillos desnudos y les obsequian de todo corazón. Y ahora viene lo más desconcertante: al sentirse vestidos elegantemente, los hombrecillos dejan de trabajar, cuando podrían haberse ellos mismos confeccionado con cualquier retalito unas ropas más que adecuadas.
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2 comentarios:
Es un cuento un tanto extraño, no acabo de pillar la moraleja, si es que la tiene. Se me ocurre pensar que, la tardanza del matrimonio en interesarse por descubrir el secreto del cotidiano milagro, denota una actitud ingrata con la vida, con lo que ésta nos ofrece gratuitamente y que, a veces, no sabemos apreciar ni valorar. Una vez que se percatan, corresponden con un gesto similar que permite que la suerte siga su curso. Los duendecillos se marchan, pero podrían volver por cualquier otro motivo en cualquier otro momento.
Hay personas en la vida de todo el mundo que son como esos fieles duendecillos y a las que "no sabemos ver" y, en consecuencia, no sabemos reconocer y corresponder como se merecen, y eso no es bueno.
No sé si mi interpretación es disparatada, pero no se me ocurre otra.
Salud!... siempre.
Sí, Loam, la moraleja debería ser evidente, pero hay que darle muchas vueltas para sacar algo en claro.
No se me había ocurrido la posibilidad que apuntas,la de que pudieran volver, quizás cuando se les gasten esas ropas con las que se sienten finos y elegantes.O que vayan a otra casa donde necesiten una ayuda urgentemente.
Podríamos suponer quizás que si el zapatero no hubiera querido saber, los hombrecillos hubieran continuado haciéndole rico, no sé, es un misterio este cuento.
Salud
k
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