Francis BACON,Sweeney Agonistes,1967(sobre poema homónimo de T.S.ELIOT)
Francis BACON,Fragmento de una crucifixión-1950
Autorretrato de REMBRANDT, 1660
Chaïm SOUTINE, Buey descuartizado,1925
Chaïm SOUTINE, Desolación,1921
[...] Para Bacon como para Kafka, la columna vertebral no es sino la espada bajo la piel que un verdugo ha deslizado en el cuerpo de un inocente adormilado. Ocurre incluso que un hueso esté solamente sobreañadido, en una tirada de pintura al azar y con posterioridad.
¡Piedad para la pieza de carne! No hay duda, la pieza de carne es el objeto más alto de la piedad de Bacon, su único objeto de piedad, su piedad de angloirlandés. Y en este punto es como para Soutine, con su inmensa piedad de judío. La pieza de carne no es una carne muerta, ha conservado todos los sufrimientos y cargado con todos los colores de la carne viva. Tanto dolor convulsivo y tanta vulnerabilidad, pero también invención encantadora, color y acrobacia. Bacon no dice "piedad para las bestias", sino más bien todo hombre que sufre es pieza de carne. La pieza de carne es la zona común del hombre y la bestia, su zona de indiscernibilidad, ella es ese "hecho", ese mismo estado donde el pintor se identifica con los objetos de su horror o de su compasión. El pintor es ciertamente carnicero, pero está en esa carnicería como en una iglesia, con la pieza de carne como crucificado ("Pintura" de 1946). Sólo en las carnicerías Bacon es un pintor religioso. "Siempre he estado muy impresionado por las imágenes relativas a mataderos y a la pieza de carne, y para mí están ligadas estrechamente a todo lo que es la Crucifixión...Es seguro, somos pieza de carne, somos osamentas en potencia. Si voy a una carnicería, encuentro siempre sorprendente no estar allí, en el lugar del animal...". El novelista Moritz, a finales del s.XVIII, describe un personaje de "extravagantes sentimientos": una extrema sensación de aislamiento, de insignificancia casi igual a la nada; el horror de un suplicio, cuando asiste a la ejecución de cuatro hombres, "exterminados y desmenuzados"; los pedazos de esos hombres "arrojados a la calle" o por la balaustrada; la certidumbre de que estamos singularmente concernidos, que todos somos esa pieza de carne arrojada y que el espectador está ya en el espectáculo, "masa de carne ambulante"; desde entonces la viva idea de que los mismos animales son hombre, y que somos criminales o ganado; y además esa fascinación por el animal que muere, "un becerro, la cabeza, los ojos, el morro, los ollares... y a veces se olvidaba hasta tal punto en la contemplación sostenida de la bestia, que creía por un instante realmente haber experimentado la clase de existencia de un ser así...en pocas palabras, saber si entre los hombres él era un perro o algún otro animal ya había ocupado muchas veces sus pensamientos desde su infancia". Las páginas de Moritz son espléndidas. No es un arreglo del hombre y de la bestia, no es una semejanza, es una identidad de fondo, es una zona de indiscernibilidad más profunda que cualquier identificación sentimental: el hombre que sufre es una bestia, la bestia que sufre es un hombre. Es la realidad del devenir. ¿Qué revolucionario en arte, política, religión o no importa qué, no ha sentido ese momento extremo en que no era más que una bestia, y se convertía en responsable, no de los becerros que mueren, sino ante los becerros que mueren?
Pero ¿es posible que se diga lo mismo, exactamente lo mismo, de la pieza de carne y de la cabeza, a saber: que es la zona de indecisión objetiva del hombre y el animal? ¿Puede decirse objetivamente que la cabeza es pieza de carne (lo mismo que la pieza de carne es espíritu)?¿No es acaso la cabeza, de entre todas las partes del cuerpo, la más cercana al hueso? Mirad al Greco, e incluso a Soutine. Ahora bien, parece que Bacon no viva la cabeza así. El hueso pertenece al rostro, no a la cabeza. El muerto no tiene cabeza según Bacon. Antes que ósea, la cabeza está deshuesada. No obstante no es del todo blanda, sino firme. La cabeza es carne, y la máscara misma no es mortuoria, es un bloque de carne firme que se separa de los huesos: como los estudios para un retrato de William Blake. La cabeza personal de Bacon es una carne frecuentada por una bellísima mirada sin órbita. Y esto es lo que le alaba a Rembrandt, haber sabido pintar un último autorretrato como tal bloque de carne sin órbitas. En toda la ora de Bacon, la relación cabeza-pieza de carne recorre una escala intensiva que la hace cada vez más íntima. Primero,la pieza de carne (carne de un lado, hueso del otro) está puesta al borde la pista o de la balaustrada donde se sostiene la Figura-cabeza; pero también es la espesa lluvia carnal rodeando la cabeza que deshace el rostro bajo el paraguas. El grito sale de la boca del Papa, la piedad que sale de sus ojos tienen por objeto la pieza de carne. A continuación la pieza de carne tiene una cabeza por la cual huye y desciende de la cruz, como en las dos crucifixiones precedentes. Después aún todas las series de cabezas afirmarán su identidad con la pieza de carne, y entre las más bellas están aquellas pintadas en los colores de la pieza de carne, el rojo y el azul. Por fin, la propia pieza de carne es cabeza, la cabeza se ha convertido en la potencia ilocalizada de la pieza de carne, como en el "Fragmento de una Crucfixión" de 1950, donde toda la pieza de carne aúlla bajo la mirada de un espíritu-perro que se pinga en lo alto de la cruz. Lo que hace que a Bacon no le guste ese cuadro es la sencillez del procedimiento aparente: bastaría excavar una boca en medio de la pieza de carne. Todavía hay que mostrar la afinidad de la boca, y del interior de la boca, con la pieza de carne, y llegar a ese punto en que la boca abierta se convierte estrictamente en la sección de una arteria cortada, o incluso de una mancha en la chaqueta que equivale a la arteria, como en el desharrapado sangriento del tríptico "Sweeney Agonistes". Entonces la boca adquiere esa potencia de ilocalización que hace de toda la pieza de carne una cabeza sin rostro. No es ya un órgano particular, sino el agujero a través del cual el cuerpo entero se escapa, y por el cual desciende la carne (ahí será necesario el procedimiento de las marcas libres involuntarias). Eso que Bacon llama el Grito en la inmensa piedad que arrastra la pieza de carne. [...]
de Francis Bacon.Lógica de la sensación-Gilles DELEUZE, trad. Isidro Herrera, para edit. Arena Libros,2ªed.2009
2 comentarios:
Gracias por dejar este excelente fragmento de la lógica de la sensación. Abro algunas líneas que aparecen en mi pensamiento... quizá habria que plantear una diferencia entre organismo y cuerpo, entre organos (carne, crudeza sin velos) y corporeidad que otorga una cierta articulación a partir del deseo y la sexualidad. Pienso que Bacon apunta, al menos en esta parte de su obra, al organismo. Y aunque Deleuze hable de "un cuerpo sin órganos" (siguiendo a Artaud)basado en una lectura de las líneas de fuga que componen los cuadros... podemos subvertir la frase (como propone Zizek) y decir que se trata más bien de "órganos sin cuerpo", pues ese cuerpo deseante, erótico y sexuado parece no envolver, no estar ahí para salvarnos del encuentro crudo con la carne.
Bueno, esto da para más, pero por hoy, lo dejo aqui.
Un abrazo
Gracias Ani querida por tu pensamiento sobre Bacon; a mí me parece evidente en muchos cuadros la "organismización" del órgano,o algo así como el "órgano como organismo", en especial la boca, que adquiere su poder cefálico incluso descefalizándose o por el contrario incluso desterrando a todo lo que ella no sea.El sexo como deseo siempre brutal en equilibrio inestable con la muerte, algo así como "mientras el sexo, la muerte espera, o puede esperar".
Pero es tan difícil ..., sí que percibo eso que dice Deleuze de la piedad por el trozo, no órgano suelto siquiera, sino el cacho, el trozo, irreconocible ya de carne como humana, y que podría ocupar el mostrador junto con las chuletas de cerdo, de cordero, de vaca, en cualquier carnicería.Esto a mí me "descuatiza" jeje
Abrazo
k
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