Estoy con muchas ovejas. Entonces debo decir que soy una oveja pues así nos llama el pastor; y lo que puedo ver de mi cuerpo, si cuerpo es lo que puedo mover o parar cuando quiero, es igual a lo que veo en los otros cuerpos. Hay partes que no me veo, aunque las muevo, e imagino que no habrá gran diferencia con las demás ovejas. Nuestra lana es rizada y huele de la misma manera. Por una de esas partes que no puedo verme, salió hace tiempo una oveja bastante pequeña, y mi cuerpo estaba siempre cerca del suyo, aunque quisiera irme lejos, era como si yo no mandara en mí, y siempre estábamos juntas. La oveja pequeña no comía pasto, sino que chupaba de unas partes de mi cuerpo que nunca me he visto, y eso me producía un gran alivio, porque las notaba muy pesadas, y gracias a la pequeña oveja desaparecía esa tensión. Por eso debía de ser por lo que no podíamos separarnos. Un día el pastor se la llevó y no la he vuelto a ver. Caminamos detrás del pastor y su perro, y nos paramos donde el suelo tiene mucha hierba; por la noche estamos debajo de un techo, muy juntas y ninguna puede salir al campo, y entonces nos tumbamos en el suelo, se nos cierran los ojos, y parece que la oscuridad de fuera se nos mete en la cabeza, luego es como si desapareciéramos, hasta que el pastor nos hace aparecer de nuevo cuando trae la luz al abrir la puerta. A veces abro los ojos porque dentro de mi cabeza y sin que me haya movido, parece que hay otra oveja que hace un ruido parecido al que nosotras tenemos colgado del cuello, pero vuelvo a cerrar los ojos y no hay nada más que la misma oscuridad de siempre. Ese ruido también se oye cuando estamos en el campo, pero como todas nos movemos casi ni me doy cuenta, y prefiero separarme en lo posible de las demás, para escucharlo mejor. El pastor debe oír también ese ruido, porque cuando suena muchas veces, se para y dice unas palabras y se toca la frente y el pecho con la mano de arriba a abajo y de un lado al otro, y luego sigue con sus cosas. (...)
plano de la casa de Samsa,
plano de la casa de Gregor Samsa, por Nabokov
sábado, 29 de septiembre de 2007
ÁNGELUS-C.Blázquez
Estoy con muchas ovejas. Entonces debo decir que soy una oveja pues así nos llama el pastor; y lo que puedo ver de mi cuerpo, si cuerpo es lo que puedo mover o parar cuando quiero, es igual a lo que veo en los otros cuerpos. Hay partes que no me veo, aunque las muevo, e imagino que no habrá gran diferencia con las demás ovejas. Nuestra lana es rizada y huele de la misma manera. Por una de esas partes que no puedo verme, salió hace tiempo una oveja bastante pequeña, y mi cuerpo estaba siempre cerca del suyo, aunque quisiera irme lejos, era como si yo no mandara en mí, y siempre estábamos juntas. La oveja pequeña no comía pasto, sino que chupaba de unas partes de mi cuerpo que nunca me he visto, y eso me producía un gran alivio, porque las notaba muy pesadas, y gracias a la pequeña oveja desaparecía esa tensión. Por eso debía de ser por lo que no podíamos separarnos. Un día el pastor se la llevó y no la he vuelto a ver. Caminamos detrás del pastor y su perro, y nos paramos donde el suelo tiene mucha hierba; por la noche estamos debajo de un techo, muy juntas y ninguna puede salir al campo, y entonces nos tumbamos en el suelo, se nos cierran los ojos, y parece que la oscuridad de fuera se nos mete en la cabeza, luego es como si desapareciéramos, hasta que el pastor nos hace aparecer de nuevo cuando trae la luz al abrir la puerta. A veces abro los ojos porque dentro de mi cabeza y sin que me haya movido, parece que hay otra oveja que hace un ruido parecido al que nosotras tenemos colgado del cuello, pero vuelvo a cerrar los ojos y no hay nada más que la misma oscuridad de siempre. Ese ruido también se oye cuando estamos en el campo, pero como todas nos movemos casi ni me doy cuenta, y prefiero separarme en lo posible de las demás, para escucharlo mejor. El pastor debe oír también ese ruido, porque cuando suena muchas veces, se para y dice unas palabras y se toca la frente y el pecho con la mano de arriba a abajo y de un lado al otro, y luego sigue con sus cosas. (...)
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