plano de la casa de Samsa,

plano de la casa de Gregor Samsa, por Nabokov

sábado, 22 de octubre de 2011

de Apuntes del subsuelo(1864)-Fiodor DOSTOIEVSKI

Señores, hablo en broma, por supuesto, y bien sé que lo hago mal, pero, con todo, no deben tomar a chirigota lo que digo. Puede que mis bromas vayan acompañadas de un rechinar de dientes. Señores, hay problemas que me traen de cabeza: hagan el favor de resolvérmelos. Por ejemplo, ustedes tratan de apartar al hombre de sus viejos hábitos y corregir su voluntad de acuerdo con las exigencias de la ciencia y el sentido común. ¿Pero cómo saben ustedes si el hombre no sólo puede, sino que debe, ser corregido así? ¿De dónde sacan que es de todo punto necesario corregir la voluntad humana? O, dicho de otro modo ¿cómo saben que tal corrección redundará en beneficio, de la humanidad? Y si vamos a decirlo todo, ¿por qué están tan plenamente convencidos de que no ir a contrapelo de sus intereses reales y normales, avalados por las conclusiones de la razón y la aritmética, es siempre ventajoso para el hombre, amén de ser también una ley para toda la humanidad? Porque de momento eso no pasa de ser una suposición. Pongamos que sea una conclusión lógica, pero puede no ser una ley humana. Quizá, señóres, crean ustedes que estoy loco. Permítanme que me explique. Estoy de acuerdo en que el hombre es un animal primordialmente creador, condenado a la persecución consciente de un objetivo y aficionado al arte de la ingeniería, esto es, a abrirse eterna e incesantemente un camino hacia cualquier sitio. Pero he aquí por qué es posible que quiera algunas veces desviarse de ese camino, justamente porque está condenado a abrírselo, y quizá también porque, por muy estúpido que de ordinario sea el hombre de acción, pensará a veces que ese camino casi nunca parece conducir a ninguna parte, y que lo importante no es a dónde conduce, sino que conduce a alguna parte; y que un niño bien educado, que desdeña el arte de la ingeniería, no debe rendirse a la ociosidad fatal que, como bien se sabe, es la madre de todos los vicios. El hombre se desvive por construir y por abrir caminos; eso no tiene vuelta de hoja. ¿Pero por qué ama también, y ama con pasión, la destrucción y el caos? ¡A ver, explíquenme eso! Pero sobre esto yo mismo quiero decir un par de palabras. ¿No será acaso que ese amor a la destrucción y el caos (porque es innegable que a veces los ama apasionadamente; ése es un hecho) le produce un miedo instintivo de llegar al fin y dar remate al edificio que está levantando? Porque bien puede ser que le guste ese edificio sólo desde lejos, pero en modo alguno desde cerca; quizá sólo le guste construirlo, pero no habitarlo, prefiriendo dejarlo más tarde aux animaux domestiques, esto es, a las hormigas, a los borregos, etc. etc. Ahora bien, las hormigas son algo enteramente distinto. Ellas tienen un edificio maravilloso de esa clase, eternamente indestructible: el hormiguero.

Todas las hormigas respetables empezaron con el hormiguero y probablemente terminarán con él, lo que las honra por su aplicación y perseverancia. Pero el hombre es una criatura frívola e imprevisible y quizá, a la manera de un jugador de ajedrez, gusta sólo del proceso de llegar a la meta, y no de la meta misma. ¿Y quién sabe? (nadie puede saberlo de cierto) quizá la únca meta que en este mundo persigue el hombre consista unicamente en ee ir hacia ella, o, dicho de otro modo, consista en la vida misma, y no realmente en la meta, la que, por supuesto, será algoasí como "dos y dos son cuatro", o sea, una fórmula; pero "dos y dos son cuatro" no es vida, señores, sino el comienzo de la muerte. Al menos, el hombre siempre parece haber tenido miedo a ese "dos y dos son cuatro", y yo también se lo tengo ahora. Supongamos que el hombre no hace más buscar ese "dos y dos son cuatro", cruzando los mares y sacrificando su vida a esa búsqueda; pero tener buen éxito en ella, encontrar realmente lo que busca... sí, a eso me parece que le tiene miedo. Porque piensa que, una vez que haya encontrado lo que busca, ya no tendrá otra cosa que buscar. Al menos los obreros, cuando terminan su trabajo, cobran su salario, van a la taberna y terminan después en la comisaría -lo cual basta para ocuparlos una semana. ¿Pero a dónde irá el hombre? En todo caso, se advierte cierto desmaño en él cuando consigue alcanzarlos, lo cual, por supuesto, es sumamente ridículo. En una palabra, el hombre es una criatura cómica, pues es evidente que todo eso supone una broma. Pero "dos y dos son cuatro" es, con todo, una cosa insoportable. En mi opinión, "dos y dos son cuatro" es algo así como un fantoche que se nos atraviesa en el camino con los brazos en jarras y nos lanza un escupitajo. Estoy conforme en que "dos y dos son cuatro" es una cosa excelente, pero si hemos de ser justos hay que reconcoer que la fórmula "dos y dos son cinco" es también a veces una cosa muy bonita.
¿Y por qué están ustedes tan firmemente, tan triunfalmente, convencidos de que sólo lo normal y positivo -en una palabra, sólo el bienestar- es ventajoso para el hombre? ¿No se equivoca la razón en eso de las ventajas? ¿No es posible que al hombre le guste otra cosa además del bienestar? ¿No es posible que le guste igualmente el sufrimiento, que el sufrimiento sea quizá tan ventajoso para él como el bienestar? Porque en ocasiones el hombre ama el sufrimiento con pasión; lo cual es un hecho indiscutible. Para probarlo no es preciso consultar la historia universal; pregúnteselo a usted a sí mismo, si es usted hombre y ha vivido en alguna medida. En cuanto a mi opinión personal, digo que amar sólo el bienestar es casi indecoroso. Sea bueno o malo, el hecho es que destrozar alguna cosa puede ser a veces muy agradable también. No estoy aquí defendiendo el sufrimiento, ni tampoco el bienestar. Lo que defiendo son mis propios caprichos, a fin de que se me garanticen cuando sea necesario. Sé que en las farsas, por ejemplo, no se permite el sufrimiento. En el Palacio de Cristal, por otra parte, es inconcebible: el sufrimiento es duda, es negación ¿y qué clase de Palacio de Cristal sería ése si en él hallara acomodo la duda? En cualquier caso, estoy convencido de que el hombre nunca renunciará al sufrimiento genuino, o sea a la destrucción y el caos. El sufrimiento : ¡pero si ésa es la única causa agente de la conciencia! Y aunque al principio declaré que, en mi opinión, la conciencia es la mayor desgracia para el hombre, sé, no obstante, que éste la ama y que no la trocaría por ninguna satisfacción. La conciencia, por ejemplo, es infinitamente superior a "dos y dos son cuatro". Después de "dos y dos son cuatro" no queda, por supuesto, nada que hacer, ni que aprender tampoco. Después de eso, lo único posible entonces será poner un tapón a los cinco sentidos y entregarse a la contemplación. Pero con la conciencia, aun si conduce a lo mismo, es decir, a que tampoco quede nada que hacer, podrá uno al menos azotarse de vez en cuando, lo que, en todo caso, sirve de estímulo. Quizá sea un arbitrio retrógrado, pero es mejor que no hacer nada.
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de Subsuelo, primera parte de Apuntes del subsuelo,1864-
F.M. DOSTOYEVSKI
-(1821-1881)
trad. Juan López-Morillas, para Alianza editorial-1991

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y sin embargo tememos vivir.