Había un insecto muerto; aunque tenía hambre de varios días decidió no comérselo. Había comprendido lo que otros llamaban voluntad. Y dignidad. O la una por la otra. Incluso podía pensarlas excluyéndose entre sí.
Regurgitó los ácidos que ardían en su estómago y escupió sobre el insecto. Aliviada su entraña, decidió contemplar la progresiva desfiguración de aquella pútrida proteína que le hubiera proporcionado vida para uno o dos días más.
Anotó en el cuaderno: "Bajo la lucidez del hambre soporto pensamientos, incluso planifico acciones que no tendrán oportunidad de ponerse en práctica. Qué pernicioso afán ponerse a salvo. Qué pernicioso afán ponerse a salvo cuando no se conoce ningún naufragio. No todo hombre puede ser náufrago. El náufrago, por definición, quiere ponerse a salvo. El náufrago quiere
de Cuaderno del hambre del hombre-C.Blázquez
2 comentarios:
Que voraz resulta ser esa privación.
Impactante
Un saludo
Vanesa Aldunate
Gracias Vanesa, es cierto que la privación del alimento cotidiano, descubriría en nosotros aspectos olvidados y esenciales.
Un abrazo
k
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