.El despertar de la personalidad en la lírica griega arcaica-de El descubrimiento del espíritu(1946)-Bruno SNELL(1896-1987)-
Damos por supuesto que en la literatura occidental coexisten diversos géneros literarios: épica, lírica y drama. Pero entre los griegos, que los crearon convirtiéndolos en formas de la gran poesía y contribuyeron, directa o indirectamente, a desarrollarlos entre los pueblos europeos, no coexistieron, sino que florecieron uno tras otro: cuando se apagó la voz de la epopeya, se levantó la de la lírica, y cuando la lírica tocó a su fin, surgió el drama. En su país de origen, estos géneros fueron, pues, producto y expresión de una determinada situación histórica. El estilo propiamente épico, que concibe la vida como una cadena de acontecimientos, no es en Homero una estilización buscada, como si, entre todas las otras posibilidades de comprender la existencia humana, él hubiera elegido ésta conscientemente porque le parecía la más apropiada para la epopeya, como pensaba Lessing, que atribuía al sentido artístico de Homero el hecho de
haber sabido evitar la descripción de "estados" y transformarlo todo en narración de acontecimientos. Esta particularidad depende más bien de la manera como Homero ve e interpreta al hombre, la vida y el mundo: las acciones y los sentimientos del hombre vienen determinados por las fuerzas divinas que operan en el mundo, son reacciones de órganos corporales a acciones sentidas como algo personal; los estados son el resultado de efectos y el origen de nuevos efectos.
El origen de la epopeya griega se remonta a la noche de los tiempos prehistóricos: la obra más antigua que conocemos es también la cumbre de la épica griega, es la obra atribuida a Homero, la Ilíada y la Odisea. En cambio, la lírica nos permite plantear una cuestión histórica: la de cómo se distingue de la poesía precedente, la épica, y qué nuevo espíritu se expresa en ella. La diferencia más notable entre la antigua épica y lospoetas líricos que la reemplazan consiste en que en la lírica los poetas aparecen por primera vez como individualidades. ¡Qué incierto es, por el contrario, el nombre de Homero! Los líricos dan sus nombres, hablan de sí mismos, se dan a conocer como individuos particulares.
En la época de la lírica aparecen por primera vez en el escenario de la historia europea personalidades bien definidas que representan los más diversos papeles. Prohombres de partido, legisladores y tiranos, pensadores religiosos y luego también filosóficos, escultores que graban sus nombres en sus obras, todos rompen el anonimato de los primeros tiempos y de Oriente. La importancia espiritual de este proceso se hace más evidente en la literatura que ne todos los demás campos, en particular en la lírica, porque lo nuevo se expresa en la palabra y a través de la palabra se revela de forma explícita el mundo del espíritu.
La lírica griega (tanto la destinada al canto coral como la compuesta para la declamación individual) se basa en dos condiciones previas: en primer lugar, depende de formas populares preliterarias que han existido siempre y en todas las culturas junto con los cantos que acompañan la danza, el culto religioso, el trabajo, etc. y que en determinadas situaciones ayudan a la vida en común de los hombres. Pero luego se hace sentir entre los primitivos líricos griegos -y decisivos- la poesía épica, sobre todo la de Homero; sólo gracias a ella la poesía lírica va más allá de la poesía de circunstancia o funcional, aun cuando siga vinculada en gran medida a determinadas ocasiones concretas.
La mayor parte de la poesía lírica griega primitiva que nos ha llegado consiste en poesía solemne compuesta en honor de dioses o de hombres. Su misión es realzar el momento presente por encima del Hic et nunc, conferir perennidad al instante de alegría. Los dos medios fundamentales para conseguirlo (si prescindimos de la forma estricta, métrica, que contribuye justamente a consolidar el momento) son el mito y la máxima. El mito, sobre todo el que ha sido purificado por la poesía épica, confronta el acontecimiento terrenal con una contrfigura divina o heroica, dando así sentido y valor a un hecho contingente. La máxima relaciona los particular con lo general, a menudo de forma de exhortación o enseñanza, dirigiendo así la atención, de modo racional, hacia lo permanente, hacia la verdad. A esta poesía solemne pertenece casi toda la lírica coral que va desde finales del s.VI hasta la mitad del V, desde Alcmán hasta Baquílides y Píndaro,el más grande de todos, pasando por Estesícoro, Íbico y Semónides.
Estas cantatas y estos himnos de alabanza, que son la auténtica "gran" poesía lírica de los griegos, dieron forma, para los griegos y sus sucesores, a un elevado estilo poético: si bien es verdad que la tragedia se desarrolló a partir de ella y, por lo tanto, toda la sublime poesía patética de Occidente, también lo es que llevó a Klopstock, al joven Goethe, a Hölderlin y a Rilke a la poesía hímnica. A diferencia de la epopeya, esta poesía considera el presente digno de celebración. Las hazañas del pasado no cautivan por ellas mismas, sino que sirven para enaltecer el presente, cantar el placer que los griegos arcaicos hallaban en todo lo que es variopinto, vivo y actual.
La tensión manifiesta entre el mito y el presente, entre lo que tiene valor permanente y la realidad cotidiana, entre la aspiración a realizar algo y la posibilidad de conseguirlo, se hace más patente en el transcurso de una evolución de dos siglos, pero el presente sigue siendo el espacio temporal de esta lírica, aunque con una nueva reflexión sobre lo intemporal.
Junto a los cantos e himnos laudatorios se encuentra, a lo largo de estos mismos dos siglos, otra forma de poesía lírica no menos importante, nacida un poco antes y extinguida también un poco antes, y que se parece más a lo que entendemos por "lírica" por la simple razón de que los poetas tratan en ella temas personales. Sin embargo, para los griegos este género no constituía una unidad. Para ellos la lírica era sólo poesía cantada: la coral, de la que acabamos de hablar, y el canto monódico, recitado por un solo individuo, como el de Safo, Alceo o Anacreonte. Es verdad que muchos de estos poemas monódicos son también panegíricos o himnos en honor de dioses o de hombres(como por ejemplo los epitalamiso de Safo), pero lo que tienen de nuevo, en comparación con los poemas corales, es que, además de la intención laudatoria, los poetas hablan de sí mismos. Algo parecido encontramos en los versos que los griegos no relacionaban con la
lírica, porque no los cantaban acompañados de la lira, pero que se corresponden más o menos con nuestra idea de la lírica, esto es, los que recitaban acompañados de la flauta, yambos y dísticos, y cuya invención la antigua tradición atribuía a Arquíloco. Para mostrar lo que en la "lírica personal" (si se nos permite utlizar este término un tanto vago) los poetas consideraban como parte de su personalidad, por qué hablaban de sí mismos y cómo tomaban conciencia de la propia individualidad, he escogido a tres poetas: ARQUÍLOCO, el poeta de los "versos hablados", que vivió en la primera mitad del siglo VII, y los dos líricos monódicos, SAFO y ANACREONTE (Safo vivió alrededor del 600, y Anacreonte hasta aproximadamente el año 500 a.C.)
Nuestras preguntas van dirigidas, pues, a tres caracteres y temperamentos muy diferentes, y el tiempo que transcurre entre los poemas más antiguos y los más recientes de los que nos ocuparemos es de unos doscientos años, es decir casi toda la época en que floreció la lírica griega arcaica.
Así podrá aparecer claramente lo que estos poemas tienen en común, pero también lo que tienen de personal. Veremos también que dichos poetas (como los líricos corales)vuelven del pasado al presente para buscar lo intemporal.
Nos movemos en un terreno lleno de tristes ruinas. Los pocos poemas de Arquíloco, Safo y Anacreonte que se han coservado completos y las citas, en su mayoría breves, de escritores posteriores no dan respuesta a nuestra pregunta sobre la contribución histórica de los primitivos líricos griegos, aunque nos conformemos con lo mínimo. Sin embargo, esperamos que lo que en cada momento se revela como nuevo y específico acabe por constituir una imagen uniforme. El camino de los lìricos va en cierta dirección y lo que al principio parece una variación de una misma idea, una interpretación personal de un motivo tradicional, se inscribe en un proceso histórico más vasto.
En la Odisea Arquíloco leía el verso (14,228):
Un hombre se deleita en unas cosas, y otro en otras
que él retoma con estas palabras (41):
Cada uno conforta su corazón con cosas distintas.
La idea de que los hombres reaccionan de modo diferente no está expresada todavía con tanta claridad en la Ilíada. Así pues, en la Odisea se ha desarrollado un conocimiento más sutil de las diferencias entre los hombres que Arquíloco hace suyo y que se convierte en un saber fundamental de la época arcaica: Solón expone con detalle cómo los caminos de la vida son diferentes y sobre todo Píndaro repite esta idea con múltiples variantes (por ej. Pítica 10.60). También se agudiza la percepción de las vicisitudes que experimenta el individuo con el paso del tiempo. En la Odisea Arquíloco encontró( 18, 136 y ss):
Así es el pasar de los humanos en la tierra,
tal como cada día los trae y lleva el padre de hombres y dioses.
A tenor de lo cual dirige a su hermano Glauco los versos siguientes(68):
Tiene el hombre mortal, Glauco, hijo de Leptines,
los ánimos según se le presente el día,
e ideas con arreglo a aquello en que trabaja.
Arquíloco toma de la Odisea precisamente estas dos formulaciones generales que acentúan la inestabilidad a la que está expuesto el hombre por el estímulo y la presión que ejercen en él las cosas: con tal intensidad percibe Arquíloco la vulnerabilidad del ser humano. Otros versos confirman esta impresión. En realidad no se trata de nada nuevo, pero la diferencia de punto de vista enseña a comprender con más claridad las peculiaridades del propio yo, y en este sentido sí se puede hablar de algo nuevo en el mundo.
Que el hombre contrapone su opinión a la de los demás lo leemos ya en un poema de Safo encontrado en un papiro de Egipto en bastante mal estado. Una vez restaurado, dice poco más o menos:
Dicen que es una hueste de jinetes
o una escuadra de infantes o una flota de navíos
lo más bello en la tierra; mas yo digo
que es la persona amada.
Y es muy fácil hacer que entienda eso
cualquiera, cuando Helena, que era hermosa,
más que ningún humano,
abandonó a su honorable esposo
y a Troya escapó, cruzando el mar
y nunca de su hija se acordó
ni de sus padres, y es que de su grado,
la hizo errar camino la diosa Cipria.
...y eso ahora me recuerda
a mi Anactoria ausente.
Preferiría ver su andar amable
y el brillo chispeante de su cara
que un tren de carros lidios o una hueste
de infantes con sus armas.
Al principio y al final del poema Safo se sirve de la praeteritio o priamel, una forma popular de destacar una cosa y dar la propia opinión frente a lo que los demás tienen por bello. Modifica así el himno laudatorio, el panegírico convencional de una sociedad apegada a la tradición. A la suntuosidad, al esplendor que todos admiran, a los desfiles de jinetes, infantes y flotas, opone algo simple: el porte grácil y el rostro radiante de Anactoria, la bien amada. "Lo más bello es lo que uno ama". En esta frase, Safo convierte el brillo exterior en algo extraño, oriental, y le opone el sentimiento interior. Mientras que la fórmula de Homero y Arquíloco, "un hombre se deleita en unas cosas y otro en otras", admitía la coexistencia de todos los valores, Safo declara qué valor es para ella el más elevado: el que su alma abraza con amor. Sentimientos parecidos ya se habían expresado en la época arcaica, pero Safo los expone por primera vez en forma de pensamiento. En otro momento dice de su amada hija Kleis: "Por ella yo daría la Lidia entera", y Anacreonte recoge este pensamiento en forma de priamel:
No quisiera tener
el cuerno de Amaltea,
ni ciento cincuenta años
reinar en Tartesos.
Lo que otros desean, el rico cuerno de la abundancia de Amaltea, o un largo reinado sobre la rica ciudad legendaria del Oeste, Anacreonte lo rechaza. No sabemos qué opone a esta magnificencia, pero, puesto que la encuentra tan exagerada, podemos deducir que prefiere la sencillez.[...]
de El descubrimiento del espíritu-BRUNO SNELL-estudios sobre la génesis del pensamiento europeo en los griegos-Editorial Acantilado,2007,Traducción de J. Fontcuberta, a excepción de la traducción de los poemas arcaicos griegos, que sigue la de Juan Ferraté para Líricos griegos arcaicos, edit. Acantilado, 2000
4 comentarios:
Llámalo sugestión, pero cuando leo a los líricos arcaicos pienso que toda la poesía ya estaba en esos fragmentos. El texto me ha parecido muy interesante; gracias por traerlo hasta aquí.
Saludos
Llámese como se quiera querido Durandarte, pero de chinos y de japoneses tenemos poco en nuestro modo de pensar, de escribir, de hablar, o al revés, como vemos el mundo según nos lo dieron los griegos o mejor dicho las traducciones latinas de los griegos para bien o para mal (como critica Heidegger), nuestro pensar y nuestro escribir y nuestro cantar, se re-encuentra con su fuente. Es difícil sustraerse a su influencia. Ya iré posteando más fragmentos de este interesante y hermoso libro.
Abrazo
k
El nacimiento del individuo siempre es un parto difícil que asusta por la responsabilidad que conlleva.
Perdón que haya entrado sin llamar, pero la puerta estaba abierta. Felicidades por tu blog y por estos textos que nos muestras.
Saludos
http://el-peletero.lacoctelera.net/
Gracias por tu amable visita y comentario
Un cordial saludo
k
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