plano de la casa de Samsa,

plano de la casa de Gregor Samsa, por Nabokov

martes, 20 de octubre de 2009

Simbolismo de la música-Herzgewächse de Schönberg-J.E.CIRLOT




Artículo publicado en La Vanguardia, 13 de enero 1967-Juan Eduardo CIRLOT

De los tres grandes germanos-israelitas que florecen a principios de nuestro siglo -Einstein, Freud, Schönberg- el último es el que me liga más estrechamente, el que despierta en mí una admiración mayor, lo cual es comprensible, no ya por el temple de su genio, ni el dominio en que se desarrolla-la música- sino por la afinidad y la resonancia con que yo puedo recibir su mensaje. Arnold Schönberg, al que sólo se ha hecho una tardía justicia, nació en 1874 en Viena y murió en 1951 en Los Angeles. Había emigrado a América en 1934, siendo nombrado allí profesor de composición en la Univerdidad de California.
No voy a referirme aquí a su obra en general, ni siquiera a lo esencial de su aportación, que le convierte en verdadero "umbral" de toda la música nueva (incluyendo a Scriabin, Stravinsky e incluso Messiaen, sin contar sus discípulos Alban Berg, Von Webern y los de la generaicón ulteriro, como Nono o Dallapiccola). Voy a referirme sólo a dos cosas: primeramente a sus relaciones fecundas con el expresionismo alemán, en pintura y poesía, en los años 1905-1915, sin olvidar su contacto con el simbolismo tardío, cual lo prueban sus canciones sobre poemas de Stefan George; pero, en segundo y principal lugar, a una de sus composiciones, que no concoía y que acaba de llegar a mí por la vía mágica del disco: Herzgewächse op.20 (1911), cantada por la soprano Rita Tritter, con acompañamiento de órgano, arpa y clarinete.
El asombro que me ha producido esta música, la adhesión apasionada que ha despertado en mí sólo son comparables con otro gran "descubrimiento" que realizó mi particular fanatismo hacia determinadas cosas en 1936, cuando oí por vez primera el Poema del fuego de Scriabin. Debo aclarar, además, que siempre preferí loa música insturmental (orquesta, orquesta de cámara, conjuntos diversos de pocos instrumentos) a la música vocal en la forma que fuere. con todo, la canción Herzgewächse me pareció instantáneamente una revelación; diría que es la obra más trascendente que se ha producido jamás en toda la historia de la música. Comprendo que esta aseveración pueda parecer exagerada a quienes consideren, más objetivamente, que la extensión y la complejidad (por ej. la IX Sinfonía de Beethoven, el Tristán de Wagner) cuentan. Pero ni las dimensiones ni la elaboración que aquéllas imponen me parecen esenciales en cuanto a la determinación de la cualidad espiritual de una obra. Y más si esa cualidad es tan intensa y rara que stúa la composicón a una altura inaccesible.
Pues de eso se trata, de altura. La voz describe un vuelo tremendo por el registro alto, que, analógicamente, sentimos como las zonas del espacio que ahora hemos de considerar como las más "altas" recorridas por el hombre. Ese vuelo de la voz tiene una lejanía doble: de un lado, la debida a us distancia por la tesitura con respecto al acompañamiento; de otro lado, la que dimana de su condición atonal. Distancia no es relación, escribí casi automáticametne al oír por vez primera esta obra. Y es porque la altura del vuelo se "apartaba" literalmente del mundo, de la tierra, con todos sus jardines y desiertos. Gran arte es aquel en que los procedimientos manifiestan las esencias.
Pues bien, luego pude leer el poema Herzgewächse, palabra alemana de difícil traducción, que a su vez lo es del francés: Feuillage du Coeur; que podría traducirse por "La floración del corazón". El texto es de Maurice Maeterlinck y describe exactametne un vuelo inimaginable y superior a todos los vuelos físicos, aunque nos lleven a otras galaxias. Dice el gran poeta del Pelléas, en estos versos, que su corazón es un jardín con vegetaciones de símbolos, nenúfares monótonos, lianas blandas y lentas palmas de sus anhelos. Pero que, en ese jardín (traducimos lo fundamental) hay un lirio que se eleva bajo la campana de cristal azul, o mejor, que eleva bajo ese palio su "mística plegaria blanca". Es decir, de nuevo el acorde azul-blanco a que me referí al hablar de la Séraphita de Balzac. La música "representa" analógicamente por la distancia de tesitura y atonalidad ese portentoso vuelo. Y lo más importante es que la "plegaria blanca" está también contenida en la simbolización musical. El alejamiento o distanciamiento, mejor, el "extrañamiento" del mundo a que llevan el vuelo del lirio, y el cántico de Schönberg, exponen la necesidad de ir al encuentro del más allá, en un universo que ya no tiene relación con éste, o que, de tener alguna, es una relación "disonante", como la que ha de existir forzosamente entre lo absoluto y lo relativo, enbtre lo que es amor solo, en sí, (o amor de/a Dios) y cuando puede moverse. Incluso iluminado, aquí abajo. Todo ello se lo debo a Herzgewächse, y al doloroso Arnold Schönberg a quien sólo unos sordos (fueran colegas o críticos) pudieron en un tiempo juzgar musicien de tableau noir (es decir, profesor que hace música) cuando era ante todo un alma, un alma candente cuyo mensaje ya he hecho para siempre mío

No hay comentarios: